
En general, el amor llega con la rapidez de la luz; la separación, con la del sonido. Es el deterioro de la mayor velocidad a la menor lo que nos humedece el ojo. Como uno es finito, una salida de este lugar siempre se siente como un final; dejarlo es dejarlo para siempre. Pues la partida es el destierro del ojo a las provincias de los otros sentidos; en el mejor caso, a las grietas y a las fisuras del cerebro. Pues el ojo se identifica no con el cuerpo al que pertenece sino con el objeto de su atención. Y para el ojo, por razones puramente ópticas, la partida no es el cuerpo que deja la ciudad, sino la ciudad que abandona a la pupila.
Así mismo, la desaparición de la amada, especialmente si es gradual, produce pena, no importa quién, ni por qué razón peripatética, se echa a andar. Como va el mundo, esta ciudad es la amada del ojo. Después de ella, todo es un deceso. Una lágrima es la anticipación del futuro del ojo.
de Marca de Agua - Joseph Brodsky
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