07 June 2013

jiménez

Afuera aguardan el deber,
la angustia,
mientras, sentado, alargo los minutos
con un libro en las manos.
No leo o leo muy poco.
Pienso, divago, sueño. No me apresuro.
A veces oigo que me llaman,
suavemente,
sin rigor,
sólo con una pizca de inquietud.
Pierdo el tiempo y no me remuerde.
Justificado por la necesidad
y al abrigo de toda censura
me siento, por fin, libre y solo.
Pequeña Oda la instante perfecto De David Jiménez

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